miércoles, 3 de febrero de 2010

"SOBRE GUILLERMO ESTÉVEZ BOERO"

"Que los sonidos del día sean los acordes
de la eternidad"
Karl Kraus




El nombre de una persona, en general, deviene de un designio de acuerdo a la función -ya dictada- de su lugar en la sociedad, como decía Bentham. Más, hay nombres que transfiguran ese sino y logran, como proclamaban los antiguos héroes homéricos, "la fama imperecedera". Uno de esos nombres se "encarna" en la figura de Guillermo Estévez Boero.
No me equivoco si digo, (todos somos hijos de él, todos nacemos, todos aprendemos y crecemos de él). El tiempo verbal no es un capricho, tiene que ver con esa inmaculada facultad que tienen los pro-hombres que nos dan a luz, nos cobijan y son senderos de voluntad esperanzadora.
Su voz, de relámpago fulgurante, azoraba las paredes, movía las entrañas más profundas de nuestros sentidos, una voz que golpeaba, que se sentía, que se expandía a los que oíamos y a los que estaban en otro lugar, no oyendo, sintiendo el temblor. Su presencia galopaba los caminos mas inauditos. Nos enmudecía por sus discursos y su fuego interior, y, fundamentalmente, la forma en que lo decía. Su legado escrito quedó plasmado en sus parlamentarias y en las notas y fichas de los libros que leía. Nosotros leemos los libros que él leía a través de él.
Sus maestros, son nuestros maestros. Su prédica practicante la hacemos carne y su impronta avasallante es nuestra llama inmortal.
Definirlo (con una sola frase), "sencillo como la verdad"
.

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