lunes, 22 de junio de 2009

"Queremos tanto a Deodoro"


Ese 7 de junio de 1942, deben haberse estremecido los dioses del inframundo. No bastó. A pesar de las súplicas de los mortales orfeos, los dioses no se apiadaron y, como las aguas del Jordán, se abrieron los cielos eternos para dejar ir el alma taciturna del profeta.

Ése, era el "Unwelt", el ambiente de esos días.A medida que los deudos iban llegando ,sin poder consolarse de lo "ineluctable",afloran los versos de aquellos privilegiados que tuvieron la virtud de conocerlo.

Saúl Taborda dice, "lleva el alba en la frente", así , cuando queda enfrente de su féretro sufre impávido y no le sale ninguna advocación, yá, al borde del llanto.También Alberti, que le dedica un poema .

Yo se a quien preguntarle, a quien decirle
cantos, cosas, razones de su vida;

por qué altura de álamo medirle,

por qué piedra indagarle
la densidad de agua conducida,

remansada en su río;

por qué estrella llorarlo sin llorarle,

por qué decirle nuestro y por qué mío.

Yo sé como llenar ese vacío

que deja un árbol ya desarbolado,

una roca tocada de inclemencia,
una hundida creciente,

la luz de un resplandor arrebatado.

Sueñe el bosque su verde trasparencia,

su voz el mar, la cumbre alta su frente,

la llama el corazón de su pasado.


Como se pierde un barco iluminado

entre dos tristes selvas litorales;
se extermina de pronto una arboleda,

un hombre verdadero;

así sus claras hondas fraternales,

lo que descuajó el hacha y que nos queda:

libre, un claro sendero,

difícil y advertido de señales.


Mudos, los largos llantos funerales.

Alta estrella, mas no para loores.

Alto río, mas no para la escoria.

Árbol alto, mas para bien movido.

¡Arded, bullid, sonad, labradores!

La vida clara, hermosa la memoria,

hermoso su sentido,

claro su ejemplo y claros sus deudores.



(Remontando el Paraná, primavera de 1942)


http://www.asterionxxi.com.ar/numero4/deodororoca.htm


o también inconmensurable, la despedida que le dedica su amigo Raúl Gonzalez Tuñón,



Rendido en la intransigencia, perpetuó sus álgidos debates sin un atisbo claudicatorio,Lugones, su maestro, encendió su verba de barricada en un ataque personal, de enjundia, que genera en Deodoro, primero una desazón, luego la respuesta abrupta:






Gregorio Bermann lo definió como "un transfuga de su clase", y el gran polemista, Ezequiel Martinez Estrada, lo conminó , sin la "mofa borgiana" como el escritor más importante de América.Amén de no publicar ningún libro,se movió ,como un delfín en el agua, en las turbulencias aciagas del régimen.Su verba predicosa y su prosa estetizante desparramaron ácidos mares de sentencias anti-imperialistas y anti-fascistas.Como lo describe su gran exégeta Horacio Sanguinetti,
"Deodoro amó mucho a su patria.Rechazaba el nacionalismo como el castrador narcisismo de un pueblo. Pero defendió en serio a su tierra, su paisaje y su gente. Y siempre entendió que éramos parte de América y del mundo. La política internacional lo desvelaba. Fué "aliadófilo" cuando la "gran traición del catorce". Y, el, permanente crítico de los imperialismo norteamericano y británico;él permanente defensor de la paz, que la deseaba tanto en el Chaco como en España,sintió con enorme claridad cual debía ser la postura argentina frente a la guerra,olvidandi "los errores y canalladas de Inglaterra" Horacio Sanguinetti La Trayectoria De Una Flecha 1ª edición Buenos Aires Librería Histórica 2003 página 69.


Su enorme "sin razón", cuasi lúdica, lo llevaba a exabruptos profesionales.Módicas defensas pecuniarias engalandonaban su curriculum identitario, por ejemplo , su alegato en defensa del toro:


En defensa del toro
Alegato presentado por Deodoro Roca

Contesta.

Señor Juez Federal:
Deodoro Roca, por don FELIPE SUPAGA, en los autos “Augeburger Emilio G. v/Felipe Supaga – Indemnización de daño” contestando la demanda, a V.S. como mejor proceda, digo:

1- El accidente sufrido por el señor AUGEBURGER es lamentable. Mi cliente es el primero en deplorarlo, como fue de los primeros, por razón de vecindad, en acudir con los recursos de que disponía, a prestarle ayuda inmediata. Es un caso desgraciado y cualquiera se conduele. Pero eso, y las circunstancias en que se produjo, no autorizan el exceso de patetismo de esta demanda, recargada de tintas sombrías, seguramente para dar algún sentido a la enormísima indemnización que se reclama. No me cabe duda de que, de haber sido una cifra menor de treinta mil pesos en la que el actor sobreestima su productividad, la demanda habría ganado en sobriedad y se habrían depurado los elementos sentimentales que conspiran contra su juricidad. Aparte de que el letrado del actor ha sido mal informado por este, pues los hechos han ocurrido de otra manera. Lo único que queda, y quedará, de todo esto, son las consecuencias deplorables del accidente. Deplorables, pero imputables, exclusivamente, al actor.

2- Conozco Ongamira. Veraneo en el lugar, precisamente en frente del terreno en donde ocurrió el accidente. Es un terreno particular, barrancoso, bien apartado del camino que recorre el turista. En el fondo del barranco va un arroyuelo que sale de vertientes próximas, a ese arroyuelo bajan, o son llevados, los animales de los vecinos, diariamente, para beber. Por ese barranco transitan solamente las bestias… y los turistas imprudentes. Hay turistas intrépidos. Y lo son la mayor parte de los que en caravanas o en series cruzan por nuestras sierras. Estoy cansado de observarlos en Ongamira. Son esos turistas que yo acostumbro llamar turistas “Kodak” y algunos con un tarro de pintura. Pareciera que viajan para eso: para disparar con el dispositivo sobre los indefensos paisajes, o para ultrajarlos con iniciales de “Ripolin”, entrelazadas bajo el apetito de una especie de inmortalidad doméstica. Practican una suerte de “alpinismo” de la lente. Son los mismos que atraviesan los caminos a velocidades fantásticas, no autorizadas ni por los caminos ni por su experiencia. Esta clase de turistas asolan las sierras. Se distinguen, sobre todo, por su imprevisión, por su imprudencia y por su sentido raudo y pueril del turismo. Probablemente –sino seguramente- el Sr Augeburger pertenece a esta categoría de turistas. Por lo menos, su imprudente y características actitud frente a los “terrenos” así lo denuncia. Buscando “escorzos” difíciles u originales para la “Kodak” cometió la imprudencia de aventurarse, en primer término, en la zona barrancosa y apartada de un terreno particular, transitado sólo por bestias o reses que acostumbran a ser, en su conducción desviadas por ese terreno, con permiso de sus propietarios. Se introdujo en ese terreno inapropiado, sin permiso de sus dueños, apartándose de su ruta y del camino, en el barranco buscando paisaje para fotografiar, descuidando elementales precauciones, desoyendo advertencias que le hicieron en la población , y agravando la situación con una actitud de franca y audaz imprudencia, como la de espantar, o querer espantar, o desviar, al toro que le embistió al pasar, con un ademán impropio. Un toro no es como un paisaje. A un paisaje se lo puede ametrallar, y hasta ofender, con una maquinita pueril y no dice nada, ni se aparta, ni embiste. Un toro es cosa distinta. Cualquier ademán puede ser contraproducente. No es forzoso que interprete correctamente, como una persona, el ademán y la intención de quien quiere espantarlo o apartarlo del camino que lleva. No siempre ha de entender como una persona bien educada. Se trataba, en la ocasión, de un toro manso, mansísimo, doméstico, tenido en “las casas”, entre mujeres y niños. Jamás embistió a nadie. Era llevado por un peón y un joven hijo del propietario, “arriado” desde un puesto vecino, como todos los días a la casa del Sr. Supaga. En esa parte, como siempre, fue apartado del camino real, introducido por el atajo del barranco y de la aguada, distante del camino, y en terreno privado, con permiso de sus dueños. El toro manso, no estaba tampoco, en ese momento enfurecido por razón ocasional. Al pasar por el arroyuelo se empantanó y al salir retrocedió, lo que determinó que sus conductores se volvieran para arrearlo. En estas circunstancias surgió, inopinadamente, a la vista del toro, pero a bastante distancia del mismo, el turista Sr. Augeburger, quien estaba enfocando dificultosamente un paisaje áspero y difícil. Más allá, trepando el barranco, a la izquierda, sus familiares. El estaba en la ladera del barranco, fuera del camino estrecho por donde era arreado el toro. Por exceso de precaución sus conductores gritaron al Sr. Augeburger que tuviera cuidado y que se apartara más. En vez de hacerlo, de obedecer a esa indicación que acredita la prudencia y la preocupación excesiva de los conductores, aquel defendió, con la máquina en la mano, el barranco, precisamente en dirección a la ruta que seguía el animal, y al ir a encontrarse con él, por virtud de su propia imprudencia, le hizo ademán de espantarlo con el saco y con la máquina. El toro no lo embistió, propiamente. Reaccionó desviándose ligeramente en dirección a aquel, en su movimiento instintivo y propio de todo animal toruno y vacuno, y lo “topó”, siguiendo de “largo”, sin detenerse para nada, reacción que hubiera sido igual para cualquier otro obstáculo, como hubiera sido, escapando, dando una patada o una cornada a un perro si lo hubiera ladrado o querido morder. Al ser así “topado” rodó o cayó del barranco al lecho del arroyo, sufriendo las lesiones que se mencionan en la demanda. ¿De quién fue la culpa? ¿De quién la imprudencia ¡Exclusivamente del actor! En esos días yo estaba en Ongamira y alguien –no recuerdo quien- hizo una observación que, aunque no se ligue con el respeto que merece la desgracia ajena, traduce, un poco humorísticamente, el juicio difuso que merecen a las gentes sensatas las reiteradas imprudencias de los turistas de la máquina “Kodak”. Decía que el accidente habís sido algo así como una venganza del paisaje áspero y sellado de Ongamira por los impíos ultrajes del turismo seriado y que el toro había sido algo así como el paisaje en acción. Lo cierto es que quien provocó esa reacción, imprudentemente, fue la propia víctima, ocurriendo en ese momento lo que no había ocurrido nunca. Se trata de un toro que va para viejo, doméstico, criado entre los niños, ultra manso, que nunca embistió a nadie.

Tal como refiero, Señor Juez, ocurrió el accidente. Todo hecho que contradiga mi relato es falso y lo niego categóricamente.

3- Apunto, de pasada, una pequeña inexactitud: el terreno donde ocurrió el accidente no es solo de vecino Alfredo Castillo. Pertenece a una comunidad y todos sus propietarios han autorizado al Sr. Supaga para que pueda conducir por ese trecho sus animales, de pasada a la aguada. Puedo asegurar también que la víctima no pidió permiso para penetrar por ese terreno “particular” a ninguno de sus propietarios. La propia víctima reconoce que era un terreno particular y que a nadie pidió para entrar en él, haciéndolo en un simple afán de esparcimiento y con el propósito “de tomar fotografías recordatorias de la excursión”.

4- El Sr. Supaga facilitó en la ocasión todo aquello de que disponía. El herido fue llevado, por unos instantes, a su casa vecina. Como el caso parecía delicado los familiares de la víctima la condujeron en su mismo automóvil a Capilla del Monte donde fue internado en el Sanatorio Galatoire, siendo atendido por el Dr. Adolfo Galatoire y el Dr. J. Oliva Carreras, quienes efectuaron las primeras intervenciones. Parece, según autorizadas y auténticas referencias, que la intervención de aquellos facultativos no fue feliz; no fue ajustada a la técnica y arte de curar; fue contraproducente. Esa intervención, verificada, dejando esquirlas, etc., causó más daño que bien. Agravando al herido. Se perdió un tiempo precioso. Y varios días después, recién, fue trasladado a esta ciudad para practicársele en el Sanatorio Mirizzi y Olmedo una intervención quirúrgica aconsejada por el estado del herido desde el primer momento. Pudo más, acaso, en los facultativos de la campaña, el interés pecuniario del Sanatorio que el interés de salvar una vida. La operación fue practicada por los cirujanos del último sanatorio. Ignoro, exactamente, las consecuencias que en su patrimonio en su salud haya sufrido la víctima. Todo parece ligado a un interrogante, a juzgar por las referencias de la demanda. En todo caso las niego y me remito a las oportunas palabras del actor. Afirmo, en primer lugar, que no le es imput6able responsabilidad alguna a mi conferente ya sea por el hecho de ser propietario del toro en cuestión o por las circunstancias del accidente. Afirmo que esto se produjo por causas imputables exclusivamente al actor. Afirmo, a la vez, que la gravedad de las lesiones se debió en gran parte a la defectuosa o equivocada intervención quirúrgica efectuada por los facultativos de Capilla del Monte y por la demora en realizar la operación que correspondía.

5- Niego categóricamente que mi mandante o sus encargados o dependientes hayan omitido uno solo de los cuidados que en las circunstancias eran necesarios. Niego también que en el caso, en virtud de los hechos relatados por mí, accionen los Arts. 1124, 1126 y 1129 del C. Civil y en los cuales se ampara la demanda. Nuestro caso está regido por el Art. 1128 del mismo código, de una manera estricta y cabal. El Art. 1129 se refiere a un animal “feroz” y los Arts. 1124 y 1126 a casos distintos que no estuvieren exceptuados por el Art. 1128 del C.C.

Niego, en consecuencia, todo derecho a reclamar la indemnización que se demanda. Por consiguiente, V.S. oportunamente, rechazará la acción , imponiendo costas al actor. POR SER DE LEY.
DEODORO ROCA






Esa era la "impronta deodórica", ese "instrumento sutil", fragmentario, que nos pregunta , como decía Deodoro, sobre el hombre, con su "cuna" modernista del "Arielismo" y Darío, sumado al Romanticismo Alemán de Fichte y Schelling, con sus baluartes del anti-ilustrismo, como Novalis y Von Schegel, o sea "quebrar" la ilustración, como Benjamin, y salir de la racionalidad. Ese, es el "Hombre Deodórico", como en el estudiante y su paso por las casas de estudio no sea "intrascendente", no es lo que nos marcó Deodoro, es la categoría del "Bauen", y si , otra vez Heidegger , ese "habitar", la posibilidad de "construir", no solamente como un "pasaje", sino "el poder pensar".

Quisiera terminar con De Gaulle, que dijo sobre Sartre "A voltaire no se lo mata",nosotros decimos "a Deodoro tampoco lo pueden matar".

1 comentario:

Unknown dijo...

Me parece un artículo interesante. Recuperar la historia y recordar la personalidad de Deodoro Roca como uno de los pensadores e ideólogo de la Reforma Universitaria.
Personaje olvidado por muchos.
Vuelvo a resaltar la investigación bibliográfica del autor de la nota.
Como dijo Borges..." Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leido..."